En julio de 1860, en el hospital St. Thomas, de Londres, se abrió la primera escuela de enfermería. En la actualidad, forma parte de King’s College, donde a las alumnas se las llama Nightingales. Esa escuela, al igual que la enfermería moderna, fue fundada por Florence Nightingale, quien revolucionó esa profesión durante la Guerra de Crimea. Cuando las alumnas terminan su capacitación, hacen el «Juramento de Nightingale», el cual refleja el permanente impacto de Florence en la enfermería.

Muchas personas, al igual que ella, han producido un enorme impacto en nuestro mundo, pero nadie lo ha hecho como Jesús, cuyo nacimiento, muerte y resurrección han transformado vidas durante más de 2.000 años.

El nombre de Cristo marca a sus seguidores, como lo hizo en los primeros tiempos de la iglesia: «Después fue Bernabé a Tarso para buscar a Saulo; y hallándole, le trajo a Antioquía. Y se congregaron allí todo un año con la iglesia, y enseñaron a mucha gente; y a los discípulos se les llamó cristianos por primera vez en Antioquía» (Hechos 11:25-26).

Los que llevamos el nombre de Cristo nos identificamos con Él porque su amor y gracia nos han transformado. Marcó una diferencia eterna en nuestra vida y anhelamos que a otros les suceda lo mismo.